viernes, 15 de marzo de 2019

¿CÓMO SE DESARROLLA?

La sociedad siempre ha estado compuesta por miembros muy diversos, no sólo en cuanto a su género, edad, recursos económicos, orígenes sociales, culturas y costumbres diferentes, sino también de acuerdo con sus capacidades diferenciadas. 



Sin embargo, las prácticas sociales dominantes que implicaron la exclusión de los “menos aptos” o “diferentes” se impusieron como algo natural, excluyéndolos, en el caso de la educación, de una escuela que debe albergar a todos los miembros de la sociedad sin excepción alguna. Dichas prácticas llevaron a considerar como ciudadanos sólo a aquellos que se ajustaban al modelo típico ideal aceptado por el conjunto de los grupos sociales hegemónicos (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Hegemon%C3%ADa)

En el caso de las escuelas, sólo se aceptaba a niños y niñas enmarcados dentro de los parámetros considerados “normales”; los demás, los otros, los diferentes, debían ser atendidos por centros escolares de educación especial; instituciones para alumnos y alumnas con alguna discapacidad: deficientes sensoriales visuales y auditivos; con problemas físicos, mentales, intelectuales; o adultos analfabetos, es decir, mejor conocidas como escuelas especiales. 


Cualquier tipo de discapacidad o de diferencia era motivo para no aceptar a estos alumnos en la escuela regular. A los niños y niñas indígenas con frecuencia se les cerraban las puertas de las escuelas generales por el solo hecho de pertenecer a algún pueblo originario; incluso a los adolescentes con rezago educativo se les enviaba a escuelas para adultos, y si una adolescente estaba embarazada, se le expulsaba del plantel o no se le permitía asistir a clases. Se trataba entonces de una escuela excluyente, que le cerraba las puertas a ese tipo de niños y jóvenes interesados en estudiar.

En la actualidad las cosas están cambiando, lentamente, pero hay una mayor apertura de la sociedad y de la escuela para aceptar en su seno a todos estos “excluidos”. Se habla de una escuela incluyente, abierta a los niños y jóvenes sin importar sus rasgos específicos, ni sus cualidades intrínsecas, estructurales o culturales; a este enfoque educativo se le ha llamado “educación inclusiva”. 





Hoy el día vemos los distintos cambios tecnológicos y sociales donde la educación se enfrenta a distintos desafíos, entre los que se encuentra, de forma prioritaria, el desarrollo de políticas, programas y experiencias inclusivas que garanticen el derecho de todos los alumnos a una educación de calidad. Este enfoque educativo no debe considerarse un programa más dentro de las múltiples iniciativas que los responsables de la educación y las propias escuelas desarrollan en sus países para mejorar la educación. 

En este caso nos encontramos con un objetivo que apunta al corazón mismo de la enseñanza: ofrecer una educación justa y equitativa en la que aquellos que tienen más dificultades para aprender encuentren los medios y los apoyos necesarios, junto con el aliento y el compromiso colectivo, para lograrlo.


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